Se pone colorado. Nervioso. La voz le tiembla. Pero toma coraje y habla. Nazareno Clapier relató en primera persona uno de los acontecimientos más tristes que le tocó vivir: tras ocho años de existencia tuvo que cerrar el kiosco Lázaro, que abrió junto con su pareja, Yesica Quintero.
Idea que vio nacer y concretarse en Monterrey, sobre la calle Venezuela, como un sueño que le permita tener un ingreso más en la casa, pero que producto del excesivo aumento de tarifas y la caída de las ventas, que se acentuaron en los últimos dos años, llegó a su fin.
“Fue algo muy triste. Pero ya era imposible mantener el kiosco abierto. La gente compraba cada vez menos y la luz comercial pasó a valer el doble de lo que pagaba. Al bajar la persiana sentí que dejaba un sueño”, expresó Nazareno en diálogo con Pilar de Todos.
“El local (lindante a su vivienda) no era muy grande. Pero la luz comercial, con el aumento aplicado pasó a ser impagable y tuve que tomar la decisión. Vivía de lo que le vendía a los vecinos, a ellos les daba fiados, después me pagaban, pero al recibir la plata más tarde, con la inflación, hubo un desfasaje muy grande en los precios y ya no pude reponer la mercadería. Además, otros se quedaron sin trabajo y no me pudieron pagar. Me vi obligado a tomar la decisión”, agregó Nazareno, quien es además es carnicero y también se desempeña como remisero para poder subsistir.
Al desaparecer el ingreso que le significaba el kiosco, habilitado con todas las de la ley, su familia vio muy desmejorada su calidad de vida -junto con Yésica tiene tres hijos de 7, 4 y 1 año- que son quienes más sufren las consecuencias.
“Es todo muy difícil. Ya no puedo salir a pasear con los chicos. A veces abro la heladera y no hay yogurt. No les puedo comprar ropa y eso que trabajo (además de ser carnicero se desempeña como remisero los fines de semana) y la plata igual no alcanza. No me acuerdo cuando fue la última vez que le compré a ellos ropa nueva o un par de zapatillas”, lamentó.
Además de eso y a pesar de ser el más chico de la familia, Nazareno tiene a cargo a su padre que producto de dos ACV-el último hace un año y medio- quedó en reposo permanente, no tiene control de esfínteres y el PAMI con el último recorte en remedios le sacó la medicación más cara.
“Le retiraron un anticoagulante que era el remedio más caro, y eso hace que toda la plata de la jubilación se destine a darle una calidad de vida más digna, dado que los pañales que le da la obra social no sirven para nada”, contó.
Las ojeras expresan el cansancio y también la tristeza. Después de contar lo de su padre Nazareno guarda silencio y vuelve a referirse al negocio.
“Hace un tiempo tuve que vender todo: las heladeras mostrador, la cortadora de fiambre. Todos los elementos que con mucho sacrificio compramos a nuevo y los vendimos a un precio mucho menor;” subrayó.
Al transcurrir la charla confesó que estuvo muy deprimido por lo que le pasa a él y por el contexto porque ve “mucha gente que se quedó sin trabajo después de muchos años y no encuentran, esto hace años que no pasaba”.
Pero no baja los brazos y para eso tiene un motor principal: su mujer y sus hijos.
“A veces uno quiere darse por vencido. Abandonar todo. Sin embargo continúo en la lucha por mis hijos, mi mujer. Es una situación difícil la que me toca vivir y en el corto plazo no creo que vaya a cambiar. Aun así voy a seguir luchando. Por ellos no me puedo rendir”, concluyó.