Luisa Salvador salió del Hospital Sanguinetti envuelta en afecto. Los aplausos y palabras de aliento del personal de salud la acompañaron desde su cuarto hasta el sector de estacionamiento del nosocomio.
Ese mismo apoyo que recibió durante los 17 días que estuvo internada en el hospital, librando una dura batalla contra el coronavirus. Lucha que Luisa, de 57 años, logró ganar.
Aún conmovida por lo sucedido, y con voz suave, Luisa contó como fue el proceso que le tocó vivir, no solo apoyada en su familia, el personal de salud, sino también en Dios. “Soy muy creyente”, señaló Luisa en una entrevista que concedió al programa Agenda Propia FM, de 105.9.
Los problemas de salud de Luisa no arrancaron hace 17 días, sino hace casi un mes, cuando comenzó a experimentar fiebre como único síntoma.
En ese período, fue dos veces al Hospital Sanguinetti. Le tomaron placas, pero al no encontrar nada extraño ni ningún otro síntoma específico, la hacían volver a su casa.
Incluso, la fiebre no era tan alta cada vez que iba al hospital. El paracetamol que tomaba se la bajaba pero al mismo tiempo encubría la gravedad del cuadro.
“Nunca tuve tos, solo fiebre, pero como tomaba paracetamol, cada vez que iba al Hospital no estaba con fiebre. Me decían que regresara a las 72 horas”, relató Luisa, emprendedora y dueña de un taller de manualidades que tiene en su casa. No había tenido contacto estrecho con algún enfermo o con alguien que haya estado en el exterior. Su cuadro, hasta ese momento, no encajaba con los pacientes de coronavirus.
Pero a la fiebre persistente se le sumó otro síntoma también característico del COVID-19: la falta de aire y dificultad al respirar.
“El último día que estuve en mi casa ya me faltaba mucho el aire y mi marido me llevó al centro de diagnóstico de Pilar (de Villa Buide, especializado en pacientes COVID) donde me evaluaron y me trasladaron al hospital Sanguinetti, luego me hicieron el hisopado y me dejaron internada. A los tres días me trajeron los resultados, que eran positivos para coronavirus y ahí empezó la lucha. Empezaron a medicarme, y estuve dos días en terapia”, añadió la mujer, quien durante todo el proceso se apoyó en Dios y los profesionales.
“Yo soy una persona muy creyente. No me sorprendió, lo único que le dije a la doctora que me atendió es si iba a poder salir adelante. Ella me contestó que iban a hacer todo lo posible. Me tranquilicé y dejé todo en manos de Dios. Estuve 9 días con este virus en mi casa junto a mi familia, mis hijas y nietos, pero gracias a Dios ellos están todos perfectos”, siguió Luisa, quien desconoce cómo contrajo el virus, que sería de contagio comunitario.
La mujer, oriunda de Villa Rosa, explicó que al trabajar en su casa sale muy poco a la calle, aunque sí lo hizo una vez a hacer compras, antes de que empezara la cuarentena.
“Salí una vez antes de que empezara la cuarentena para hacer compras de lo necesario, pero nada más. Luego de la terapia me trasladaron al sector de aislamiento. Ahí mi contacto era con las enfermeras y doctores. Y con mi familia nos comunicábamos por el celular, que estuvieron alentándome en todo momento. Me sentí muy bien atendida”, sostuvo.
Tras haber sido dada de alta ayer martes, Luisa debe cumplir 20 días más de aislamiento, sola en su habitación, incluso alejada de su familia, a quienes también se los sometió a hisopados pero dieron todos negativos.
Pese a que todo salió bien, y Luisa siempre se mostró confiada en ganar la pelea, admitió que el miedo también se apoderó de ella.
“Estoy con ese miedo de saber que se trata de una cosa invisible y uno no sabe hasta qué momento el virus está en uno, es un enemigo invisible y eso desalienta un poco. No voy a negar que a pesar de mi fe tuve miedo. Miedo de no volver a ver a mi familia. Pensé que se terminaba todo”, aceptó la mujer.
Tras destacar el trabajo del personal del Hospital, desde los empleados de limpieza, enfermeros, médicos, a quienes calificó como “héroes”, Luisa hizo un pedido a la sociedad.
“A la gente le digo que deben tener el compromiso de cumplir con la cuarentena, por ellos mismos y por los demás. Hay que estar ahí, rogándole a Dios para que maneje las manos de los médicos, para uno poder salir y volver a casa. No hay nada más valioso que la vida. Valoren sus vidas”, cerró.
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